Miles de familias y de personas con autismo estamos luchando día a día para la inclusión del colectivo. Estamos cosechando éxitos que nos llenan de optimismo e ilusión. En equipo trabajamos para concienciar a la sociedad a que acepten a las personas con autismo sin mitos ni estereotipos falsos. El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es un trastorno neurobiológico que causa dificultades en las habilidades de comunicación. Las personas con autismo procesan la información de una forma atípica. Sin embargo, cada persona con TEA es totalmente diferente, como cada persona neurotípica, con sus cualidades y sus dificultades. Por eso nos gusta hablar de „diversidad funcional“. Se dice que en España, actualmente, uno de cada 100 niños es diagnosticado con autismo. En EE.UU. es uno de cada 68. El autismo les acompañará toda la vida. No solo hay niños y adolescentes con autismo, hay adultos y también ancianos con autismo. Por eso todas las personas con autismo quieren y pueden formar parte de la sociedad, de la escuela, del entorno laboral, de las familias, de los barrios y las ciudades.
Y, sin embargo, tenemos que vivir con los obstáculos que instituciones oficiales como la Real Academia de la Lengua Española nos ponen. El Diccionario de la Real Academia recoge una definición totalmente incorrecta, atávica e insultante para la palabra „autista“: „Dicho de una persona: encerrada en su mundo. Conscientemente alejada de la realidad“ (DRAE). Esta definición, que se presenta sin ningún matiz, legitima cualquier menosprecio a nuestro colectivo, falsea nuestra realidad, impide la plena inclusión de las personas con autismo y sus familias, viola uno de los derechos humanos básicos al respeto a la diversidad, y también nuestra Constitución. ¿No eran todos los españoles iguales ante la ley? Lo peor es que casi todos los medios de comunicación son cómplices de esa discriminación.
Porque no solo recibimos desprecio en la calle, sino que escritores y periodistas también se burlan del autismo o de las personas con autismo y afirman que tenemos vergüenza de usar el termino autismo. Leemos que novelistas premiados, como Javier Marías o Arturo Pérez Reverte, se unen al insulto usando el sarcasmo contra nuestro colectivo y comportándose como auténticos bullies frente a los más vulnerables. Pero nosotros no tenemos vergüenza de definirnos como personas con autismo o familiares de personas con autismo. Solo nos avergüenza el desconocimiento de la sociedad sobre el autismo, al no ver que el autismo es lo opuesto de la definición del DRAE, puesto que las personas con autismo sienten y perciben todo intensamente, y la falta de respeto lleva a esta situación que es empeorada cuando un diccionario colabora con el equívoco.
Los abajo firmantes exigimos que se cambie la definición de „autista“ en el DRAE y que, para ello, se consulte a especialistas en autismo. Y exigimos, asimismo, que los medios de comunicación se unan a nuestra demanda y no permitan que tampoco sus autores más renombrados nos insulten impunemente. Un diccionario tiene que ser descriptivo del uso de la lengua que se hace, por supuesto, pero un diccionario también es prescriptivo porque impulsa el uso y el abuso de ciertas palabras. La libertad de expresión es uno de nuestros bienes más preciados, pero el insulto público es una forma de violencia deleznable.
Ana Luengo, madre de dos niños, uno con autismo. Profesora de Literatura Española en San Francisco State University, EE.UU.
Mariano Grueiro, adulto con autismo. Consultor informático, fotógrafo y divulgador. España.
Esta petición será entregada a la Real Academia de la Lengua Española.